sábado, 13 de abril de 2013

La subasta II


EL FINAL DE LA SERIE DESEADA
Ha llegado el momento de la verdad. Abbie ha pujado por María y, si no es capaz de someterla delante de todos los demás asistentes a la subasta, si uno solo de ellos opina que no lo ha hecho de manera adecuada, ella misma será subastada. Pero la trampa que Ramón le ha tendido a Abbie podría verse alterada por su antigua ama, Nínive, que ha visto en la subasta la oportunidad perfecta para que el que todavía considera su perro vuelva a estar bajo su yugo. Una sala, un espectáculo, dos domas, algo más que el cuerpo de Abbie en juego y el esperado final de la serie Deseada. Puede leerse de manera independiente pero se recomienda leer también La subasta (primera parte). 

 “Abbie le quitó la joya anal agarrando su cola negra y tirando de ella. La dejó caer al suelo a sus pies. A continuación, tiró de las bragas que cubrían a la joven hacia arriba y hacia dentro, arrugándolas y metiendo su tela por la raja de su trasero, dejando la mayor parte de su blanco y redondeado culo al descubierto. —Adelante, María, comienza a contar. —Uno. ¡Zas! El golpe impactó de lleno sobre el trasero de la joven, enrojeciéndolo.” 
 “Abbie vio las pinzas y la cadena plateada. Su boca se secó y sintió cómo su sexo se humedecía ante la idea. Su supuesto amo, sin dejar de pegarse a su espalda, de hacerle notar su erección contra su trasero, como algo duro y ardiente que, sin moverse, la marcaba con su sola presencia, pasó una de las manos por la red y acercó la pinza a uno de sus húmedos pezones. Para que no resbalase, recorrió primero esa deliciosa cima con sus dedos, recogiendo la humedad que allí había dejado la boca de María y dándole un suave tirón que mandó descargas de placer por todo el cuerpo de la ladrona. Después, colocó la pinza ajustando la presión al máximo. Abbie se aguantó un juramento ante el súbito dolor más enseguida se acostumbró y el placer comenzó otra vez a torturar su pecho. Los dos. Ya que él acaba de hacer lo mismo con el otro y, a continuación, estaba pasándole algo frío por el escote y cuello, directo hacia su boca. Con uno de sus dedos, se la abrió. Ella no pudo aguantar la tentación de mordérselo con suavidad y él, invasor, recorrió toda su húmeda cavidad para, dominante, quitárselo y meterle dentro la cadena, un conjunto de eslabones finos, fríos, que caían sobre su lengua y le llenaban la boca de ese sabor metálico que tanto la ponía."
“—Junta tus muñecas por delante de tu cuerpo y tiéndemelas, Abbie. Vuelves a ser mía. —Eso de ser tuya, ya te dije que en tus sueños, Ramón. Ella se pasó la lengua por los labios, muy despacio, mientras unía sus manos y se las ofrecía, sus brazos elevados y pegados prietos a sus senos, juntándolos y haciendo que a través de las cuerdas que cerraban su escote este se desbordara, acercándose su pálida y seductora piel, formándose un canalillo capaz de aprisionar los dedos de su anfitrión si este los aproximara. —Modera esa lengua, gatita. Ahora eres mía. —Eres mi dueño por unas horas... ¿Debería tener miedo? —No, preciosa —le contestó con una sonrisa feral mientras agarraba sus muñecas con una sola de sus grandes manos—, deberías estar agradecida."

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