martes, 20 de agosto de 2013

Pillada in fraganti a la venta

Buenas tardes, 
la serie Sexo en la noche ha pasado a llamarse Pillada in fraganti y está a la venta en Amazón, tanto en un único ebook como en cuatro partes: La detective, La clienta, El asesino, La venganza. 
¡Espero que os guste! 

Ir a Amazón

miércoles, 29 de mayo de 2013

Deseada deja de estar a la venta... temporalmente

Buenas tardes, 

quería comunicaros lo que para mí es una buena noticia: la retirada de la venta de la serie Deseada. No es un adiós, tan solo un hasta luego que deseo que me permita llegar a vosotros de una manera mucho más cercana que Amazón.

¡Hasta muy pronto! ;)

sábado, 13 de abril de 2013

La subasta II


EL FINAL DE LA SERIE DESEADA
Ha llegado el momento de la verdad. Abbie ha pujado por María y, si no es capaz de someterla delante de todos los demás asistentes a la subasta, si uno solo de ellos opina que no lo ha hecho de manera adecuada, ella misma será subastada. Pero la trampa que Ramón le ha tendido a Abbie podría verse alterada por su antigua ama, Nínive, que ha visto en la subasta la oportunidad perfecta para que el que todavía considera su perro vuelva a estar bajo su yugo. Una sala, un espectáculo, dos domas, algo más que el cuerpo de Abbie en juego y el esperado final de la serie Deseada. Puede leerse de manera independiente pero se recomienda leer también La subasta (primera parte). 

 “Abbie le quitó la joya anal agarrando su cola negra y tirando de ella. La dejó caer al suelo a sus pies. A continuación, tiró de las bragas que cubrían a la joven hacia arriba y hacia dentro, arrugándolas y metiendo su tela por la raja de su trasero, dejando la mayor parte de su blanco y redondeado culo al descubierto. —Adelante, María, comienza a contar. —Uno. ¡Zas! El golpe impactó de lleno sobre el trasero de la joven, enrojeciéndolo.” 
 “Abbie vio las pinzas y la cadena plateada. Su boca se secó y sintió cómo su sexo se humedecía ante la idea. Su supuesto amo, sin dejar de pegarse a su espalda, de hacerle notar su erección contra su trasero, como algo duro y ardiente que, sin moverse, la marcaba con su sola presencia, pasó una de las manos por la red y acercó la pinza a uno de sus húmedos pezones. Para que no resbalase, recorrió primero esa deliciosa cima con sus dedos, recogiendo la humedad que allí había dejado la boca de María y dándole un suave tirón que mandó descargas de placer por todo el cuerpo de la ladrona. Después, colocó la pinza ajustando la presión al máximo. Abbie se aguantó un juramento ante el súbito dolor más enseguida se acostumbró y el placer comenzó otra vez a torturar su pecho. Los dos. Ya que él acaba de hacer lo mismo con el otro y, a continuación, estaba pasándole algo frío por el escote y cuello, directo hacia su boca. Con uno de sus dedos, se la abrió. Ella no pudo aguantar la tentación de mordérselo con suavidad y él, invasor, recorrió toda su húmeda cavidad para, dominante, quitárselo y meterle dentro la cadena, un conjunto de eslabones finos, fríos, que caían sobre su lengua y le llenaban la boca de ese sabor metálico que tanto la ponía."
“—Junta tus muñecas por delante de tu cuerpo y tiéndemelas, Abbie. Vuelves a ser mía. —Eso de ser tuya, ya te dije que en tus sueños, Ramón. Ella se pasó la lengua por los labios, muy despacio, mientras unía sus manos y se las ofrecía, sus brazos elevados y pegados prietos a sus senos, juntándolos y haciendo que a través de las cuerdas que cerraban su escote este se desbordara, acercándose su pálida y seductora piel, formándose un canalillo capaz de aprisionar los dedos de su anfitrión si este los aproximara. —Modera esa lengua, gatita. Ahora eres mía. —Eres mi dueño por unas horas... ¿Debería tener miedo? —No, preciosa —le contestó con una sonrisa feral mientras agarraba sus muñecas con una sola de sus grandes manos—, deberías estar agradecida."

PÁGINA DE VENTA EN AMAZON

domingo, 3 de febrero de 2013



            Ramón se ha llevado a María como su nueva sumisa: desnuda, con una máscara de gatita y un grueso collar negro en el cuello, a cuatro patas y con el aro de unas bolas tailandesas sobresaliendo entre sus nalgas. Su objetivo es subastarla para conseguir que Abbie acceda a ser suya. Para siempre, hasta que él se canse o lo que ocurra primero.
         Pero primero deberá castigar a María por su falta de control y preparar muy cuidadosamente su próxima jugada. La pantera negra es orgullosa y escurridiza y, aunque Ramón no lo sabe, hay una nueva ama que desea entrar en el juego.


            “Ladeó la cabeza y, a través de las aberturas del tejido de mimbre, vio unos zapatos oscuros y unos pantalones de tela. Ronroneó. Entonces lo escuchó expulsar el aire de su respiración de un modo que sugería que a Ramón le gustaba demasiado lo que veía. Extrañada ya que él no le había mostrado anoche ninguna emoción al traerla allí, alzó la mirada. Hacia arriba.
            Se encontró con su amo vestido con un traje azul oscuro y mirándola con una ceja enarcada. No llevaba máscara y María sintió un pálpito más fuerte dentro de su pecho, una punzada en su estómago, un brote de emoción que se clavaba en sus entrañas. Porque era muy, muy apuesto. Lo suficiente como para hacer que cualquier chica a la que mirase pensara que le había tocado la lotería. Pero eso a ella, en cierto modo, le daba igual: lo que la atraía de Ramón era su manera de modular la voz cuando le mandaba algo; ese aire de autoridad, de saber que tenía el poder y que sus palabras y deseos debían ser obedecidos; esa concentración de su voluntad en una sola mirada, un gesto o una caricia que era capaz de acelerar su corazón, humedecer su sexo y hacerla sentir que haría cualquier cosa por seguir siendo merecedora de su atención.
            Cualquier cosa.
            Incluso desobedecer a Abbie.”

            “Se escuchó un leve sonido cuando rasgó el envoltorio del preservativo.
            —Date la vuelta, perra, quiero tener tu cabeza pegada a mí.
            Ella, dejando escapar el aire de un modo más acelerado a causa de la anticipación, hizo lo que le ordenaba. Y quedó con sus labios a pocos centímetros del miembro de Ramón, ese que se extendía enorme y grueso hacia ella pero que, vendada como estaba, no podía verlo. Él acercó su mano a la venda y se la quitó de un tirón. María se quedó enfrentada a la erección de su amo e identificó ese olor picante que le llegaba. Su boca se humedeció del deseo de tomarlo. Él acercó el condón a su glande.
            —Pónmelo, perra. Con la boca.”

            “María jadeó al sentirlo. Era enorme, la llenaba por completo y provocaba que todos los nervios de su cuerpo gritaran extasiados ante la súbita invasión. Jamás había tenido su cuerpo tan sensible, tan erotizado, respondiendo de tal manera ante el más mínimo estímulo. Y estaba claro que esa dura erección que sentía dentro de ella, clavada hasta el fondo, no era para nada mínima. Volvió a jadear y entonces él le dio una fuerte palmada en las nalgas.
            —Ni te muevas ni profieras el más mínimo sonido hasta que yo no te lo permita, perra. Quiero verte sudar ese autocontrol del que tanto careciste anoche. Quiero que aprendas a contenerte, que tu cuerpo me obedezca, que te dejes llevar solo cuando yo te lo ordene.
            —Sí, amo —le contestó entre jadeos, su vagina lubricada y su trasero y sus caderas inmovilizadas bajo las manos de Ramón.
            ¡Zas! Otra nalgada. Esta vez en el lateral derecho de su culo.
            María sintió el golpe. Sintió cómo este desplazaba la carne de sus glúteos y cómo hacía que ella notara a su amo empalarse incluso más adentro. Se mordió el labio para no gemir porque le había gustado demasiado. Imaginaba el tono rojo que estaría adquiriendo su blanca piel y a sus ojos mirándola con deseo; sentía esa zona con más intensidad y esta se había unido al ardor que imperaba en su vagina, ese que estaba deseando que su señor se moviera dentro de ella. Y Ramón... Ramón observaba complacido y excitado las respuestas de su nueva sumisa. No era como Abbie, nadie era como Abbie. Pero María era algo más que un instrumento para conseguir a la ladrona, era una deliciosa e inocente esclava preparada para hacer las delicias de su ama. Y, oh, pobre Abbie que él se la había quitado... Contuvo una carcajada y decidió que ya había hecho esperar bastante a la joven.”